domingo, 1 de enero de 2012

EL ORDEN DEL DISCURSO


 EL ORDEN DEL DISCURSO





      El orden del discurso fue la lección inaugural que Michel Foucault impartió cuando, en 1970, sucedió a Jean Hyppolite en la Cátedra de «Historia de los sistemas del pensamiento» en el Collège de France. Foucault realizó en este texto una breve síntesis de lo que hasta entonces habían sido sus investigaciones, que giraban en torno a las relaciones entre saber y poder, al mismo tiempo que adelantaba el que iba a ser su futuro programa de trabajo.


Introducción

      Foucault comienza su propio discurso afirmando que siente inquietud hacia lo que es el discurso en tanto que realidad material, que siente en exceso la responsabilidad de ser autor de un discurso, pero que también siente cómo la «Institución» acude en su ayuda ritualizando el inicio del discurso, y consiguiendo así que el poder que pueda tener el discurso será de la propia «Institución» de donde éste lo obtenga. Con este inicio, Foucault plantea las líneas generales de la lección: el hecho de que la noción de 'discurso' ha de ser peligrosa si las formas institucionales tienen tanto interés en determinar todo el proceso de su creación. Así pues, Foucault se plantea seguir «arqueológicamente» todo el rastro que ha llevado hasta nuestra noción de ‘discurso’...



Procedimientos de control de los discursos

      Partiendo de que en toda sociedad la producción material de los propios discursos está controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos, Foucault distingue entre tres tipos de estos procedimientos: en primer lugar los procedimientos de exclusión (de carácter externo al propio discurso, y cuya función es dominar los poderes que los discursos conllevan), entre los que se destacan los de prohibición (a través del tabú del objeto, del ritual de la circunstancia y del derecho privilegiado del sujeto que habla), centrados hoy en el sexualidad (haciendo que el mismo discurso sobre la sexualidad sea, no sólo lo que habla o calla sobre el deseo, sino también él mismo objeto de deseo) y en la política (convirtiendo al mismo discurso en objeto de la lucha política y no en su mera manifestación); los de separación y rechazo, como en el clásico ejemplo foucaultiano de la separación entre razón y locura; y los de oposición entre lo verdadero y lo falso, que son los que a través de su propia historia han dado su forma general a nuestra voluntad de saber, es decir, a la forma de nuestro conocimiento, a la distinción entre lo que es conocimiento y lo que no. Foucault constata que los tres están apoyados en una base institucional, pero que los terceros operan a un nivel más profundo, hasta el punto de que durante los últimos siglos ha ido haciéndose cargo de los procedimientos de prohibición y los de separación y rechazo, tornándose así la oposición entre lo verdadero y lo falso más profunda e insoslayable, más invisible ante nuestros ojos.



Procedimientos de limitación de los discursos

      En segundo lugar, los procedimientos de limitación (éstos de carácter interno y dedicados a conjurar los azares de la aparición de discursos), entre los que Foucault apunta el comentario, que reformula una y otra vez los discursos según ciertos intereses para así limitar el azar del discurso por medio del juego de una identidad que tiene la forma de la repetición y de lo mismo; el autor, que queda establecido como principio de agrupación y de origen de las significaciones del discurso, para así limitarlo por el juego de una identidad que tiene la forma de la individualidad y del yo; y la organización de las disciplinas, que permite construir discursos sólo de acuerdo con un estrecho margen previamente instituido, fijando los límites del discurso por el juego de una identidad que tiene la forma de una reactualización permanente de las reglas. Y en tercer lugar, los procedimientos que determinan las condiciones de utilización de los discursos, destinados a imponer reglas a los individuos que dicen los discursos y a no permitir el acceso a éstos a todo el público.

      De este modo, todo intercambio y comunicación funcionan siempre dentro de sistemas complejos de restricciones, entre las que Foucault destaca el ritual, que define la cualificación del individuo que habla y la situación que debe acompañar al discurso, y fija la efectividad del discurso, el efecto de las palabras sobre aquéllos a quienes va dirigido; las sociedades de discursos, que hacen circular los discursos por espacios cerrados y los distribuyen según reglas estrictas; las doctrinas, que vinculan a los individuos a ciertos tipos de enunciación al mismo tiempo que les prohíben cualquier otro tipo; y la adecuación social del discurso, que viene impuesta políticamente por todo el sistema de educación.



Primeras conclusiones

      Todo este análisis sigue las líneas maestras del habitual modus operandi de Foucault: mostrar cómo realidades que entendíamos como «naturalizadas», como inocuas, transparentes, no sólo no son tales, pues funcionan como elementos efectivos de producción material de saber y poder, sino que además su realidad no es tan «natural» como suponíamos, ya que responde a complejos mecanismos e intereses que vienen actuando sin pausa en toda la historia de las tales nociones. Así, Foucault, y expresándolo en otros términos, encuentra que el ‘discurso’, al que se suele entender como mero «medio» de comunicación, como simple transmisor de información desde el autor hacia el público, supone en realidad una noción material, que el mismo discurso es ya información, que no es un mero transmisor sino que su producción está complejamente regulada de acuerdo a ciertos intereses, y que su objeto no es el simple mensaje que el autor quiso lanzar, sino que todo el proceso discursivo (incluyendo figuras tan «naturales» como la del propio ‘autor’) está lleno de implicaciones y de formalizaciones concretas de las relaciones saber–poder, para nada naturales sino que responden a determinados intereses concretos que tratan de «ocultarse» tras esa aparente «ingenuidad», «inocencia» de todo ‘discurso’ en tanto que realidad material.



La filosofía y el orden del discurso

      A continuación, Foucault habla del papel que le corresponde a la filosofía frente a tal compleja situación del proceso discursivo. En primer lugar señala que la filosofía surgió para «seguirle el juego» a todos estos procedimientos de «regulación» de los discursos, primero como fundamento de una verdad ideal como ley del discurso y una racionalidad inmanente como principio de sus desarrollos, y segundo al reforzarlos mediante la elisión de la realidad específica del discurso, caracterizándolo según tres nociones que anulan la realidad material del discurso y lo convierten en mero espacio de comunicación: el sujeto fundador como autor original, la experiencia originaria, cuyo significado supone que en las cosas ya hay un sentido que como tal se transmite por el lenguaje, y la mediación universal, cuya implicación es que como todo se transmite mediante discursos, es como si éstos no estuvieran, como si no fueran materiales sino mera transparencia. Foucault explica esta actuación de la filosofía afirmando que en nuestra cultura existe una profunda logofobia contra el discurso como acontecimiento discontinuo, batallador, creador de desorden y de peligro.


El programa de Foucault

      Para comprender cómo funciona este temor y cuáles son sus efectos, para desarmarlo, Foucault propone una línea de acción concreta: replantearnos nuestra voluntad de verdad, restituir al discurso su carácter de acontecimiento y borrar finalmente la soberanía del significante. Y afirma que ése es el programa que él se plantea llevar a cabo desde ese momento.

       Una tematización así –continúa– requiere una metodología específica que exige cuatro principios: el de trastocamiento, que consiste en reconocer el juego negativo de un corte y de un enrarecimiento del discurso allí donde, según la tradición, se suele reconocer la fuente original de los discursos; el de discontinuidad: lo anterior no supone que por debajo de los diferentes discursos exista una gran discurso ilimitado, los discursos son prácticas discontinuas, pero por sí mismos no responden a las claras distinciones que se les imponen, sino que están en constante entrecruzamiento, yuxtaposición, ignorancia, exclusión; el de especificidad: los discursos tienen una realidad concreta, no se limitan a transmitirnos «cómo es el mundo», sino que el discurso ejerce una violencia sobre las cosas, es una práctica que les imponemos a éstas; y el de exterioridad: el camino no es ir desde el discurso hacia el «pensamiento oculto» que late en él, sino que aquello que hay que cuestionarse son sus condiciones externas de posibilidad, de dónde surge, a qué responde, cuáles son sus intereses, por qué se le trata como un origen y qué fija sus límites.

      Antes de continuar, no obstante, Foucault plantea dos advertencias: lo importante es que la historia no considere un acontecimiento sin definir la serie de la que forma parte, articulándose estas nociones de acontecimiento y de serie alrededor de las ideas de regularidad, azar, discontinuidad, dependencia, transformación. Y el discurso como acontecimiento obtiene un estatus filosófico que consiste en la relación, la coexistencia, la dispersión, la intersección, la acumulación, la selección de elementos materiales.



El análisis de los discursos

      Todo este trabajo de análisis de los discursos se dispone en dos conjuntos: el conjunto crítico, que mediante el principio de trastocamiento persigue determinar las formas concretas de exclusión, de delimitación y de apropiación de los discursos; y el conjunto genealógico, que mediante el uso de los tres principios restantes, investiga cómo se ha formado efectivamente el discurso por medio de, a pesar de o con el apoyo de los diferentes sistemas de coacción. Entrando en materia, un esquema de lo que sería el conjunto crítico consiste en mostrar cómo operan, por ejemplo, los diferentes procedimientos de exclusión.

      Así, el estudio del procedimiento de separación y rechazo ha revelado cómo se produjo la separación de razón y locura durante la época clásica; el del procedimiento de prohibición ha mostrado todo el complejo sistema de prohibiciones del lenguaje de la sexualidad desde el siglo XVI al XIX; y el de la oposición entre lo verdadero y lo falso ha desvelado cómo nuestra actual delimitación de la verdad responde a ciertos momentos clave del desarrollo histórico de las ideas: la época de la sofística y el comienzo del platonismo, con la que se inicia esta oposición; el paso del siglo XVI al XVII, con la aparición en Inglaterra de una nueva «ciencia de la mirada» ligada a nuevas estructuras políticas y a una nueva ideología religiosa; y el comienzo del siglo XIX, con la fundación de la ciencia moderna, la formación de la sociedad industrial y el advenimiento del positivismo.
   
      Ante esta tarea de la crítica, la genealogía se ocupa de la formación efectiva de los discursos en su relación con todos estos límites de control, cómo esta formación de los discursos es dispersa, discontinua y regular al mismo tiempo. Pero en la práctica ambas tareas no son tan fácilmente separables, sólo se distinguen en el punto de ataque, de perspectiva y delimitación. Mientras que la crítica se refiere a los sistemas de desarrollo del discurso e intenta señalar esos principios de producción, de exclusión y de rareza del discurso; la genealogía atiende a las series de formación efectiva del discurso, intenta captarlo en su poder de afirmación en tanto que poder de constituir dominios de objetos a propósito de los cuales se podrían afirmar o negar proposiciones verdaderas o falsas.


      Este resumen es una mezcla de teóricos, prácticos y del texto en sí. No es fácil descifrar aquello que quiere decir Foucault.

    En toda sociedad, la producción de discursos está controlada, seleccionada y redistribuida por procedimientos que deben dominar el acontecimiento. Se distribuyen en espacios cerrados y por medio de reglas estrictas. No es problema de los enunciados sino del orden de los enunciados, del discurso, cómo los enunciados se relación entre sí.

      El discurso no es un lugar transparente o neutro sino que es el lugar donde se ejercen los poderes. Pone de evidencia las relaciones de poder. A través de él y en él se dan las luchas. Tiene su lugar en el juego del deseo y del poder. “No es posible llegar a lo real. Sólo nos movemos en un universo de enunciados” (teórico) Vivimos siempre investidos en el universo del discurso, incluso la ciencia.

      En el discurso no hay ideología, sino poder.

      La escucha también está investida por el deseo. Escuchamos con censura.

   Tipos de prohibiciones que se ejercen sin violencia y sin coacción. Son arbitrarios, contingentes, modificables, en perpetuo desplazamiento, sostenidos por instituciones.

      Sobre los discursos de la sexualidad, la locura y lo verdadero.

    La voluntad de saber (el conocimiento) se va desplazando. Tiene su propia historia. Se apoya en las instituciones, en la forma en que se pone en práctica, donde es valorizado, distribuido, repartidos y atribuido. Ejerce presión sobre otros discursos, excluye. No es algo de lo cual se habla, no se discute, es impuesta. No puede ser desenmascarada.

      Los procedimientos de control y delimitación del discurso son externos e internos.

      Los discursos que se dicen desaparecen, permanecen en el decir.

    Los discursos no son estables, constantes ni absolutos. Están puestos continuamente en juego. Son reconsiderados, reanudados, comentados. Permiten construir nuevos discursos. No son compactos, ni homogéneos. Los discursos aparecen simultáneamente a las cosas. (Ni antes , ni después, al mismo tiempo) Los discursos surgen en determinados momentos bajo determinadas condiciones históricas.

       El autor recibe de su época y a su vez lo modifica. Limita el discurso por su individualidad.

    Las disciplinas son sistemas de reglas anónimas. Formulan formulas en función de un objeto con instrumentos conceptuales. Sus discursos deben cumplir exigencias para pertenecer a “la verdad.” Para que un discurso sea verdadero debe obedecer las reglas de la disciplina.

    La disciplina es un principio de control de la producción discursiva. Tiene una función  coactiva y restrictiva. Fija límites por reglas que se actualizan constantemente. Controla, determina las condiciones de su utilización, impone reglas y restringe su acceso.

    Este procedimiento de control limita los poderes, domina las apariciones y selecciona a sus sujetos hablantes. Los papeles no se intercambian. Restringen su distribución (opuesto a la doctrina: busca ser difundida)

      Las formas de restricción son visibles y superficiales, se ven en el ritual: en los gestos, eficacia, efectos y sujetos que hablan.

   Aprehensión del discurso por el reconocimiento de las verdades y reglas. Toma los discursos como válidos. Se prohíben otros discursos. Los enunciados vínculos a los sujetos.

    Educación: instrumento por el cual cualquier individuo puede acceder a cualquier discurso. Es una forma de mantener y modificar. Hay una adecuación entre saber y poder.

     Procedimientos de sumisión a los discursos: los sujetos se adecuan a las reglas de los discursos. Achicar la distancia entre el pensamiento y el lenguaje. Los pensamientos están revestidos de signos. Se hacen visibles por las palabras que usan.

   Es necesario restituir al discurso su carácter de acontecimiento. Sólo es posible por medio del trastrocamiento, convertir en rareza el discurso. El discurso se vuelve raro (desnaturalizar) Buscar cómo se ha formado, modificado y desplazado. Buscar en la superficie discursiva zonas con espacios, relaciones.

Método:

1. - Discontinuidad: los discursos son como prácticas continuas que se cruzan, yuxtaponen, ignoran y excluyen. No buscar el origen. Buscar su regularidad, las series, relaciones entre enunciados. Buscar en la excepción para dar cuenta de la regla, la regularidad.

2. - Especificidad: No buscar el origen, lo previo, pre discursivo sino reconocer al discurso como un violencia a las cosas para constuírlos.

3. - Exterioridad: No buscar lo oculto sino su aparición y regularidad, ir hacia sus condiciones de posibilidad. Permite llegar a la positividad. La forma en que los sujetos asumen como regular. Las cosas no son las cosas mismas.

Acontecimiento vs Creación
Serie vs Unidad
Regularidad vs Originalidad
Condiciones de posibilidad vs Significación

      La historia no busca entender los acontecimientos productos de causa y efectos, pero tampoco quedarse en estructuras. Hay que establecer series en la dispersión.

       Acontecimiento: Irrupción. Tiene sentido porque está instalado para tener sentido. Tiene sentido sólo dentro de un momento histórico. Dentro del tejido social. Necesita estar inscripto en una serie de significaciones. Se produce como efecto de y en la dispersión. Como series homogéneas, pero discontinuas. Los efectos se traducen en las prácticas. Los acontecimientos sólo pueden ser pensados a posteriori.

      Discontinuidades: invalida las unidades tradicionales (ej. El sujeto) Agruparlas en series por medio de limites regulares. No vínculos causales. Hay que reintroducir la categoría del azar en la producción de acontecimientos.

     Los objetos se disponen de diferentes maneras, pero en un momento determinado histórico quedan asociados a una cosa. No es de una vez y para siempre. Están en constante desplazamiento. (El significante está en constante desplazamiento hasta que se detiene en un punto.) Los objetos no son cosas presentes sino que son efectos de las condiciones históricas.

     No analizar las representaciones detrás de los discursos sino los discursos como series regulares y distintas del acontecimiento. Las series de enunciados, los encadenamientos, permiten organizar los acontecimientos. A partir de las series aparecen los enunciados.

      Hay que reintroducir el azar, lo discontinuo y la materialidad (práctica)

      El discurso no se limita al autor o a la disciplina.

    Las series de discurso entran en relación con un conjunto de enunciados heterogéneos formados por distintos actores, cada uno tiene una regularidad y un sistema de coacción. Ninguno pre figura la forma regular que tomará el discurso. Sin embargo, es a partir de estos enunciados que se forma una nueva regularidad, recuperando o excluyendo, justificando o separando, determinados enunciados.

    La genealogía se refiere a la formación discursiva, captando en su poder de afirmación, de construir dominio sobre los objetos, positividades.

*Práctico: el análisis de Foucault sirve para pensar la historia de las significaciones sociales.
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    Enunciados: Hacen cadena, que se relacionan, remiten a un objeto, tema, forman una formación discursiva, conjunto de enunciados con una función enunciativa cuyo referencial permite la emergencia de cosas y seres.

      Formaciones discursivas: Poseen reglas de formación de objetos, temas, enunciación y conceptos, de una determinada época. Ésta unidad es una regularidad en la dispersión. Los objetos, temas, enunciación y conceptos se forman a partir de discursos. Aparecen a posteriori.

    Un enunciado asume una función enunciativa, la manera en que un significado se relaciona con un significante. No con lo que enuncia, cosas, seres, realidades sino con un referencial que hace posible los seres, objetos y cosas. No un referente. Otorga la posibilidad de que emerjan cosas nuevas y se organicen las cosas. Solo hay significantes que se reenvían a otros.

     Los sujetos ocupan posiciones. No existe un único modo de ser sujeto, de subjetividad. Los sujetos se diferencias por sus funcionalidades. El sistema los organiza.


Fuente:


El orden del discurso
Autor: Michel Foucault
Género: Ensayo
Idioma: Español
Título original: L'ordre du discours
Editorial: Tusquets Editores
País Francia
Fecha de publicación: 1999
Páginas: 80




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